¿Qué lee la mayoría de los mexicanos actualmente?

Opinión

Por: Francisco Carlos Zárate Ruiz

 En la actualidad, la mayoría de los mexicanos sí lee mucho…pero no libros.

 Los mexicanos “de a pie”, que somos mayoría, leemos desde que amanece hasta altas horas de la noche, toda la producción “literaria” generada en las redes sociales y dada a conocer en todo el mundo por la internet. Escribimos (como nuestra precaria instrucción nos posibilita) y leemos los mensajes personales que intercambiamos con familiares y amigos, y las opiniones y críticas a la producción periodística o dizque periodística, que tampoco puede ufanarse de altura idiomática; pero, lo que con más avidez leemos, son los chismes de los personajes públicos, sobre todo los de los actores, cantantes, deportistas y de la fauna política que de tarde en tarde se ponen de moda.   ¡Ah! Pero estaría incompleto nuestro acervo cultural, sin pasar revista a los chistes de los programas televisivos o de los “comediantes” más vulgares y procaces, además de comentarlos con nuestros conocidos, naturalmente.

    En cuanto a la música, escuchamos de la mejor. En cualquier ciudad o pueblo, por todos lados nos llega la considerable variedad de música que acompaña los pregones de todo tipo, además de la que generosamente y a todo volumen comparten algunos señalados automovilistas que la hacen llegar a todas las casas. Aquí, en Pinotepa Nacional, por los cuatro puntos cardinales escuchamos, embelesados, hermosos y edificantes corridos dedicados a ensalzar a valientes y esforzados narcotraficantes; casi a diario se escuchan las marchas funerarias de siempre, y cánticos mortuorios en los que han puesto de moda canciones de amor “clásicas” de principios del siglo pasado, como la insoportable “Flor sin retoño”; o la que cualquier vecino con excelente oído musical y exquisito gusto poético, nos sorraja en los oídos de la, llamada por un amigo, “música tropiculera”.

    Es frecuente ver en la calle alguna señora joven que lleva a su hijo pequeño casi a rastras, por el lado del arroyo vehicular sin el menor cuidado, ocupada en comentar con alguien el más reciente chisme o la más sabrosa habladuría; en revisar su correspondencia electrónica o en leer alguno de los importantes contenidos de las redes sociales.

    Todo el envidiable compendio intelectual que se obtiene con esas prácticas, es el resultado de los pésimos programas educativos que algunos genios de la Secretaría de Educación Pública autorizan como obligatorios, sobre todo los de educación elemental (con los que a los alumnos no se les enseña a pensar ni se les crea el hábito de la lectura) para mantener a los mexicanos ignorantes y sin protestar por nada, como conviene al establecimiento social, económico y político. Otro elemento enriquecedor de la pobreza intelectual del mexicano, es la anulada autoridad de los maestros para hacer que, sin violencia, los alumnos cumplan, cuando menos, esos deficientes programas educativos.

    Pero la culpa fundamental de la ignorancia supina del mexicano, corresponde a la familia, que sólo atiende los aspectos de forma de la educación de los hijos (a las señoras les encanta la parafernalia de las ceremonias escolares oficiales, con padrino o madrina, y diploma para infantes que salen del Jardín de Niños); los aspectos de fondo (lectura, tareas, trabajos varios, asistencia, puntualidad, etc.) quedan al arbitrio del niño o del joven estudiante, pues actualmente en las familias mexicanas no mandan los padres, sino los hijos.

    La lectura de la mayoría de los estudiantes en México, se circunscribe a las fracciones de los libros de texto que son obligados a leer para aprender lo indispensable y aprobar el grado escolar que cursan. Los libros de literatura mexicana y mundial, y los libros técnicos que podrían complementar su formación profesional, parecen estar prohibidos para los estudiantes y los egresados con título. Por eso, la mayoría de los profesionales de cualquier especialidad, salen de su facultad y ejercen su profesión con conocimientos estacionados en la época en que terminaron de estudiar, pues pocos, poquísimos se actualizan en la teoría y la práctica de sus profesiones, salvo (lo digo con muchas reservas) que estudien una especialidad, una maestría o hasta un doctorado.

    La falta de buena lectura de los mexicanos, aunada a la deficiente instrucción escolar, produce analfabetas funcionales; es decir, personas que saben leer, pero no comprenden la mayoría de las cosas que leen porque su vocabulario no les alcanza para ello, lo que los deja en condición de ignorantes. Además, la mayoría de las personas que sí leen libros, lo hacen sin consultar el diccionario para tener las ideas -saber el concepto- que expresan las palabras que desconocen, y así acrecentar su léxico.

    Curiosamente, mi experiencia me dice que los ignorantes son los más inclinados a, según ellos, corregir lo que los demás dicen, y a defender sus “conocimientos” a capa y espada.

    ¿Crees, lector, lectora, que el ex presidente Vicente Fox tuvo razón al decirle a una anciana vendedora ambulante “Qué bueno que no sepa leer, señora, así es más feliz”?

 Pinotepa de los pueblos originarios y afromexicanos. 11/07/2025.

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