Cuando rezar no sirve para nada

Opinión

Por: Francisco Carlos Zárate Ruiz

El reciente suceso climático que azotó nuestra costa oaxaqueña, como generalmente sucede trágicamente damnificante para los más pobres de la región, me obligó a reflexionar acerca de Dios, la naturaleza y el hombre.

Esa reflexión me llevó inexorablemente al pensamiento filosófico de Baruch Spinoza, que en “Ética”, una de sus más importantes obras expresa (traducido al lenguaje coloquial, del filosófico) que Dios es una “substancia” con infinitos “modos” de los cuales los humanos sólo somos capaces de percibir dos: la cosa pensada (el pensamiento), y la cosa extensa (el mundo físico). San Anselmo de Canterbury, filósofo y teólogo católico (1033–1109) ya había escrito al referirse a Dios como substancia, que “Substancia es aquello que es en sí y se concibe por sí mismo; es decir, aquello cuyo concepto no necesita el concepto de otra cosa por el que deba ser formado”

Por tanto, la naturaleza, que pertenece al modo de la cosa extensa (el mundo físico), Spinoza la concibe como una manifestación de Dios, y por eso afirma que “Comprender a la naturaleza es comprender a Dios por medio de la razón” con lo que el Dios de Spinoza (como se apunta en Wikipedia) estaría más cercano a la cosmovisión de las ciencias contemporáneas como la Física, que a la religión de su tiempo.

Albert Einstein “el no creyente profundamente religioso”, a pregunta expresa de si creía en Dios, respondió contundentemente: “Creo en el Dios de Spinoza que se revela en la armonía ordenada de lo existente, no en un Dios que se preocupa por los destinos y las acciones de los seres humanos”

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Efectivamente, la soberbia humana hace creer a millones de católicos, que el producto de su concepción teológica original “es uno, eterno, inmutable, omnipotente, omnisciente, omnipresente y bueno”, creador del universo que es inmenso, infinito, y que ese ser tan poderoso está preocupado y ocupado por los hechos individuales de los humanos (motas de polvo cósmico infinitesimal) y por la salvación de sus almas; sin embargo, los fenómenos naturales productos del cambio climático provocado por las egoístas e imprudentes acciones de una parte de la humanidad, nos demuestran tajantemente lo contrario.

Por ejemplo: El Domingo de Ramos, que conmemora la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, la multitud lo recibió con ramos de palma reconociéndolo como El Mesías, y los católicos mexicanos, ese día que inicia la Semana Santa, adquieren sus ramos de palma, los llevan a las iglesias a que los bendigan y los conservan en sus hogares como un símbolo de protección. Y es común ver, ante fenómenos de la naturaleza como lluvias torrenciales y prolongadas, inundaciones, huracanes, terremotos, erupciones volcánicas, etcétera, a muchas mujeres y hasta varones (principalmente de la clase baja) que salen de sus casas con sus ramos de palma, elevándolos hacia el cielo pidiendo, inútilmente, que el fenómeno natural cese.

En Pinotepa Nacional, cuando menos en mi Barrio de Las Flores, prácticamente no hay día que no se escuchen rezos y cánticos religiosos por diversos motivos: fallecimiento de algún vecino; cabo de año de su deceso; siete años de su muerte; alguna vecina que recibe en hospedaje la imagen de algún santo; la infinidad anual de celebraciones del día de nacimiento, martirio o santificación de múltiples personajes que engrosan el santoral católico, principalmente de las innumerables advocaciones de María, la madre de Jesús.

Curiosamente, en paralelo a estas festividades saturadas de padrenuestros, avemarías, rosarios y alabanzas a Dios, siempre pidiendo algo, no hay ninguna acción positiva en favor de la naturaleza, que es decir en favor de la humanidad.

Las autoridades civiles, que llegan al puesto sin un verdadero proyecto de gobierno, si son federales, se limitan a construir obras de relumbrón (según su estrecho criterio); los gobernadores estatales, a medio reparar las carreteras de su entidad, y los presidentes municipales, a pavimentar las calles que algunos grupos con cierto poder de protesta les exigen. Las autoridades civiles de los tres niveles de gobierno, están sobreocupados en simular que hacen algo, sin hacer nada y, cuando hacen algo que puede servir, lo hacen escatimando recursos económicos, bien hacer, y tiempo, pues la obra debe inaugurarse dentro de “los tiempos políticos”. La muestra: la supercarretera Oaxaca-Puerto Escondido.

A la naturaleza nada de todo lo anterior le importa, pues seguramente sigue la agenda inmutable que Dios tiene asignada a su manifestación más fiel.

A quienes debe importarnos, la humanidad en su conjunto, nos falta raciocinio para comprender a la naturaleza y hacer algo en su favor. Inútilmente, sólo seguimos quejándonos del calentamiento global y de sus terribles consecuencias, rezando y pidiendo, rezando e implorando, rezando, rezando, rezando…

Pinotepa de los pueblos originarios y afromexicanos. 03/07/2

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