Día Nacional de la Lengua de Señas Mexicana 

Opinión

Por: Aleida Paredes

Hoy se celebra el Día Nacional de la LSM, reconocida oficialmente como una lengua nacional y parte del patrimonio lingüístico de la nación. Esta fecha tiene el peso de una realidad compartida: ser hermana de dos sordos de nacimiento -ayer niños, hoy hombres-, lo cual me ha enseñado que, en México, muchas puertas siguen estando cerradas para ellos.

Según el INEGI, en nuestro país hay aproximadamente 5.7 millones de personas con discapacidad, de las cuales el 12.1 % son sordas. Esto significa que entre 600 000 y 700 000 mexicanos viven con sordera. 

Los retos inician desde la infancia. Solo 21 de cada 100 jóvenes sordos de entre 3 y 29 años asisten a la escuela, y más del 50 % solo llega hasta cuarto de primaria. Además, cerca del 30 % no sabe leer ni escribir, y apenas el 29.9 % de la población sorda es económicamente activa.

Esto no es falta de deseo, es falta de oportunidades: pocas escuelas bilingües (LSM–español), escasez de maestros formados, pocas políticas públicas reales (no hay atención para sordos en trámites básicos de oficinas y hospitales).  Apenas existen 40 intérpretes certificados para cientos de miles de personas. Las barreras laborales incluyen estigmas, ausencia de adaptación, salarios inferiores y empleos sin crecimiento digno.

Como hermana, veo a mis hermanos con múltiples sueños frustrados a pesar de su gran talento y ganas de contribuir. Soy testigo por más de tres décadas de una sociedad que no asegura su acceso al lenguaje, a la educación ni a un trabajo justo, sino que les impone límites invisibles. Aún con el reconocimiento legal de la LSM (2011), no se ve un verdadero cambio cotidiano, sino un retraso considerable.

¿Qué necesita la comunidad sorda?

– Acceso universal a la LSM: implantación de la lengua de señas como primera lengua en la educación básica, con maestros certificados y pedagogía sorda.

– Escuelas y recursos bilingües: aulas diseñadas para la realidad visual de los niños sordos.

– Más intérpretes y tecnología inclusiva: subtítulos obligatorios, apps, intérpretes en trámites, salud y justicia.

– Empleo digno e inclusión laboral: capacitación para empleadores, ambientes accesibles, respeto a sus potencialidades, eliminación de prejuicios.

– Sensibilización social: campañas que derriben estigmas y promuevan la cultura sorda. Incluir no es dar limosna, sino abrir caminos.

El reto es de todos. Reconocer la LSM no basta. 

Mis hermanos son parte de esta historia que México puede y debe cambiar. Por ellos, por muchos, hoy más que nunca: ¡Que la Lengua de Señas Mexicana  se convierta en puente que conecte con la comunidad sorda y no  en barrera que los separe! 

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