Siempre he dicho, porque así me parece, que el mundo se rige (en un segundo plano) por modas. El Capitalismo como sistema económico y la Democracia como sistema político más generalizados, rebasan el concepto modas, porque éstas tienen una vida históricamente efímera, en tanto se consolidan y se incorporan al modo de vida ordinario; mientras que el Capitalismo y la Democracia son un modo sociopolítico de convivencia adoptados por algunas naciones, con una duración mucho más amplia.
Entre las naciones llamadas desarrolladas (de primer mundo) y entre las subdesarrolladas (tercermundistas) está de moda, actualmente, el debate (convertido en combate) por la implantación del modelo de gobierno Democrático Liberal (de izquierda) y el repudiado por las naciones pobres llamado hasta hace poco Neoliberal (de derecha extrema).
La calificación “a ultranza” de este modo (moda) de gobernar, encaja en la derecha extrema que cambió el apelativo Neoliberal por Libertario (de ultra derecha), aunque su modo de gobernar es el mismo: expoliación de recursos naturales, empobrecimiento y endeudamiento extremos de los pueblos, privatización de los bienes nacionales, enriquecimiento de unos cuantos empresarios nacionales, y entrega de los energéticos a países imperialistas por medio de empresas transnacionales; finalmente: desaparición del Estado como ente regulador.
En México está de moda la defensa sin límites de las mujeres, mayormente en el discurso, aunque también con acciones controvertibles, como que basta con que una mujer se presente ante un juez y diga que quiere divorciarse, para que eso suceda de manera rápida y expedita; basta también con que una mujer diga que un hombre la acosa sexualmente, para que a éste le caiga como rayo la espada de la justicia, con lo que los varones heterosexuales tienen vetado enamorar o decir piropos decentes a una mujer, porque si a ella no le gusta, se lo sacude y le complica la vida simplemente con acusarlo de acoso; otra modalidad tiene que ver con la política, particularmente en el Congreso, donde los géneros no deben contar porque hombres y mujeres son pares.
Lo de “pares” debe entenderse como que el trato entre diputados y diputadas, senadoras y senadores, es entre iguales en el cargo y la responsabilidad, sin que la diferencia de género influya en los debates legislativos o en sus resultados; pero en la práctica, si un legislador le dice sus verdades a una legisladora, ese hecho es calificado como “violencia política de género”, lo que no sucede si la cosa es al revés.
Por otra parte, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, fue hecha por la Organización de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, y en México se incluyó en la Constitución Política el 28 de enero de 1992, por lo que su vigencia tiene tan sólo treinta y dos años, por lo que su defensa a ultranza (principalmente de personas y grupos de delincuentes) por las autoridades judiciales, las comisiones correspondientes, y su invocación como recurso político disque en defensa de los grupos minoritarios marginados, está de moda.
Entre los derechos humanos fundamentales se encuentran: el derecho a la vida; a la libertad; a no ser esclavizados; a no ser torturados; a la libertad de opinión; a la libertad de expresión; a la educación; al trabajo, entre otros muchos.
Pero el respeto a los derechos humanos ha provocado, desde el principio, una extensa, acre e interminable discusión, pues cada gobierno en el mundo aplica algunos y desdeña otros, o dice respetarlos y defenderlos todos, pero la realidad contradice las declaraciones oficiales.
Los gringos, que se dicen los paladines de los derechos humanos, no pueden justificar ante el mundo la existencia del centro de reclusión de prisioneros en su base naval de Guantánamo, en Cuba, donde el único método de interrogación es la tortura y no existe acusación legal, ni juicio y, como consecuencia, ni esperanza de ser liberados, pues eso no lo logran ni los fuertes grupos de defensa de los derechos humanos de ese contradictorio país del norte, pues allí manda el llamado Estado Profundo.
En México, en el centro del debate sobre los derechos humanos, están los diferentes grupos feministas: unos serios y razonables que buscan la igualdad de derechos de hombres y mujeres ante las leyes, y otros irrazonables, revoltosos y socialmente estridentes, que no buscan la igualdad sino la supremacía de las mujeres ante los hombres.
También están los grupos de homosexuales, que parece que diariamente aumentan las “especialidades” en sus preferencias sexuales o modos de expresar su homosexualidad, supuestamente ejerciendo su libertad sexual: pero, en la práctica de sus marchas, declaraciones y comportamiento público, todo mundo advierte que no buscan la libertad sino el libertinaje sexual, aprovechando que están de moda en los medios informativos y en las discusiones políticas.
Como acostumbro, para muestra un botón: sé de un incidente suscitado en una escuela de educación superior aquí en Pinotepa donde, en una ocasión, el director del plantel sorprendió a dos estudiantes mujeres besándose y manoseándose a placer, dentro de la escuela. Les llamó la atención y las jovencitas le respondieron agresivamente y fueron a denunciarlo a la Comisión Regional de Derechos Humanos (CRDH), y citaron al director de la escuela y le llamaron la atención.
No sé cómo se haya defendido el director, pero en la CRDH debieron amonestar a las jovencitas, pues cualquier institución educativa tiene un Reglamento que debe respetarse, pues una escuela no es un hotel de paso ni nada parecido. ¿Está suficientemente ilustrado el libertinaje?
Cierro mi colaboración, transcribiendo del diccionario de la RAE en línea la definición de libertinaje: “Libertinaje. De libertino. 1. m. Desenfreno en las obras o en las palabras”. Sinónimos: desenfreno, inmoralidad, vicio, deshonestidad, sensualidad, impudicia, lujuria, indecencia, liviandad.