𝗨𝗻𝗮 𝗻𝗶𝗻̃𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝗵𝗮𝗰𝗶́𝗮 𝘆 𝘃𝗲𝗻𝗱𝗶́𝗮 𝘁𝗮𝗺𝗮𝗹𝗲𝘀 𝘆 𝗽𝗮𝗻 𝗱𝗲 𝗰𝗮𝘀𝗮 𝗲𝗻 𝗰𝗮𝘀𝗮 𝘆 𝗱𝗲 𝘀𝗼𝗹 𝗮 𝘀𝗼𝗹, 𝗮𝗵𝗼𝗿𝗮 𝗲𝘀 𝗮𝗯𝗼𝗴𝗮𝗱𝗮.
Me gusta recordar esta aventura porque gracias a la existencia de ella, sé que tengo un acierto en la vida.
Ella es mi amiga Daniela, la conocí en mi pueblo, Pinotepa Nacional, cuando íbamos en la primaria. Yo estudiaba en la primaria del centro que está ubicada en el zócalo. Ella estudiaba muy lejos, por un barrio llamado “El Zapote”.
Desde entonces no dejamos de ser amigas.
Recuerdo que ella no tenía mucho tiempo para jugar, porque ayudaba en el trabajo a su mamá al hacer y vender tamales y pan.
Desde tan lejos, de puerta en puerta, de sol a sol.
Ya de grandes, ella decidió estudiar derecho en el pueblo. Yo, negocios en la capital. Después por una situación abandoné la carrera de negocios y regresé al pueblo. Ella aún estudiaba y seguía con la venta de tamales y pan, que por cierto muuuy ricos.
Tiempo después, yo volví a la capital decidida a estudiar derecho. Pero ella ya había terminado y aún seguía vendiendo pan y tamales. Pues no había suficiente campo laboral para que ella pudiera trabajar.
A mí eso no me gustó, no podía aceptar que una niña que amo con todo mi corazón y sabía que luchaba día con día por salir adelante, se quedará así. Además de que yo sabía que esa niña era muy aplicada y que yo creía que se merecería todo.
Y en ese momento su todo era trabajar para lo que estudió.
Le llamé por teléfono y le dije que se viniera a Oaxaca, que le tenía una vacante que le abriría puertas. Me contestó que tenía miedo, que nunca había salido sola y que iba a pensar la gente. Le dije que, si yo pude, ella también. No recuerdo que más le dije, pero no iba a colgar esa llamada hasta recibir un sí (La gente me conoce, siempre consigo lo que quiero).
Total, al final ya sus pretextos eran económicos, le dije que le proporcionaba un lugar en donde quedarse conmigo, que no pagaría renta hasta que ella pudiera y el transporte para que viniera.
Y así se vino mi amiga Daniela. La vacante que le di, fue mía. La abandoné y la recomendé a ella porque sabía que ella la merecía más, ella ya era abogada, yo era estudiante y podía conseguirme cualquier otro trabajo sin problemas, porque tenía la ventaja de vivir en la ciudad.
Yo sabía que esta abogada merecía más que yo esa oportunidad y que explotaría esa área y no me equivoqué. En las oficinas la recibieron rápidamente y ella demostró de lo que está hecha.
El día de hoy ella gana más que yo y eso me da tanta felicidad.
El día de hoy es una gran abogada que tiene su despacho y justo por entrar a trabajar en donde la recomendé ella encontró su vocación.
Pero lo más importante, el día de hoy, ella ayuda a otras personas. ¡La amo!
Tú no me debes nada, te debes a ti y al mundo, porque el mundo necesita a gente con capacidad como tú.
La gente que te conocemos desde pequeña, de lo único que estamos tristes, es que ya no podemos probar esos sabrosos tamales, pero porque ya creciste, porque ya eres una abogada y esa renuncia vale más que todo lo que otros quieran de ti.
La siguiente foto es de cuando éramos jóvenes y ella llegó a Oaxaca. Que nuestra historia sea para motivar a otros.
Reitero, te amo Daniela. Sé feliz. Sé muy feliz haciendo lo que amas. Que ahora lo que te quemes sean las pestañas por aprender y puedas comprarte todo lo que p*nches quieras porque te lo mereces todo.
Por Bárbara Olaya.